Los que conquistan el imperio de la razón y permiten que sus voluntades a vagen en busca de reflexiones en la Luz Astral, están sujetos a alteraciones de la manía y la melancolía de que se han originado todas las maravillas de la posesión demoníaca, si bien es cierto que, al mismo tiempo, que por medio de estas reflexiones espíritus impuros pueden actuar sobre esas almas, hacer uso de ellos como instrumentos dóciles e incluso habitualmente atormentar a su organismo, en el que entran y residen por la obsesión, o embrionaria. Estos términos cabalísticos se explican en el libro hebreo de la Revolución de las almas, de las cuales nuestro capítulo decimotercero contendrá un análisis sucinto. Por tanto, es extremadamente peligroso para hacer deporte de los misterios de la magia; es sobre todo erupción en exceso para practicar sus ritos de la curiosidad, a modo de experimento, y como si fuera a explotar fuerzas superiores. El curioso que, sin ser adepto, se ocupan con evocaciones o magnetismo oculto, son como niños jugando con fuego en las proximidades de un barril de pólvora; tarde o temprano van a caer víctimas de una terrible explosión.
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